Por: M.Sc.
Lic. Juan Ademar Valda Vargas*
Avanzar
hacia una gestión integral del riesgo de desastres se ha convertido en una
necesidad crítica y en una prioridad de la comunidad internacional, realidades
nacionales y también, de forma cada vez más notoria, para la academia.
Se contemplan distintas definiciones sobre
la gestión del riesgo (GdR) o la reducción del riesgo de desastre (RRD),
marcos conceptuales que comparten un mismo enfoque, los cuales proponen
minimizar los riesgos en una sociedad, evitando o limitando el impacto de
amenazas de distintas índoles promoviendo el fortalecimiento de las capacidades
de poblaciones vulnerables en el amplio contexto del desarrollo sostenible.
Como en todo, los conceptos han ido
evolucionando y se han ido adecuando a una compleja, dinámica y contradictoria
realidad social, los conceptos arriba planteados, giran en torno a la discusión
sobre la intervención en el riesgo y desastre, el cual data de la
segunda mitad de los años noventa, dicho enfoque pone la mirada en el de
manejo, la gestión o reducción de riesgo.
Anteriormente a dicho enfoque se
priorizaba las nociones de manejo, gestión o administración de “desastres”, que
tenían la mirada centrada en la emergencia, en la actualidad el eje de
análisis, ha pasado del desastre/emergencia (el daño y la pérdida) hacia el
concepto y mirada sobre el riesgo, como se podrá observar, en las siguientes
definiciones, tanto del PNUD[1]
como en el de PREDECAN[2].
La gestión del riesgo: Es el proceso planificado, concertado,
participativo e integral de reducción de las condiciones de riesgo de desastres
de una comunidad, una región o un país. Implica la complementariedad de
capacidades y recursos locales, regionales y nacionales y está íntimamente
ligada a la búsqueda del desarrollo sostenible. Es el conjunto de decisiones
administrativas, de organización y conocimientos operacionales para implementar
políticas y estrategias con el fin de reducir el impacto de amenazas naturales
y desastres ambientales y tecnológicos (PNUD Chile, 2012, p.6).
La
Gestión del Riesgo de Desastre, definida en forma genérica, se refiere a un
proceso social cuyo fin último es la previsión, la reducción y el control
permanente de los factores de riesgo de desastre en la sociedad, en consonancia
con, e integrada al logro de pautas de desarrollo humano, económico, ambiental
y territorial, sostenibles (PREDECAN, 2009, p.33).
Claramente
se evidencia un cierto consenso o uniformidad, sobre la concepción de la GdR,
pero los debates se centran en los enfoques teóricos sobre la ocurrencia de los
desastres. En este sentido existen dos enfoques o visiones que tratan de
responder a una misma pregunta ¿Por qué ocurren los desastres? Estos debates
que giran entorno, sobre la explicación de las causas de los riesgos, son: el
enfoque fisicalista y el social
Hasta
la década de los 80’s, la ocurrencia de los eventos desastrosos se fundamentó
científicamente desde la perspectiva predominante de las ciencias naturales,
básicas y aplicadas, sosteniendo que los desastres surgen como producto de
fenómenos físicos, extremos ocasionados en la naturaleza generando un impacto
perjudicial sobre la población. Este enfoque, se focaliza en el fenómeno
físico, en los fenómenos naturales y en el impacto que provocan hacia la
población, por ejemplo, sequias, terremotos, inundaciones, epidemias, etc.
Desde la perspectiva o enfoque social
del riesgo, los eventos físicos son generados por intervención humana en la
transformación del ambiente natural (eventos socio-naturales), o por efecto
directo del manejo, producción y/o distribución de materiales peligrosos
(eventos antrópicos).
Básicamente,
la noción de la construcción social del riesgo se fundamenta en la idea de que
el ambiente presenta una serie de posibles eventos físicos que pueden ser
generados por la dinámica de la naturaleza, pero su transformación en amenazas
reales para la población está intermediada por la acción humana. Es decir, una
amenaza no es el evento físico en sí, sino el peligro asociado con ella, el
nivel del cual es determinado, entre otras razones, por factores no naturales o
físicos, tales como los grados de exposición o vulnerabilidad de la sociedad
(PREDECAN, 2009, p.10)
En nuestras sociedades, hay una creciente
conciencia de que abordar los desastres de manera reactiva intentando disminuir
sus efectos adversos solo mediante planes y operativos de emergencia y
estrategias de recuperación no es suficiente. Lograr una mejor gestión del
riesgo de desastres se ha convertido en una necesidad crítica para la
comunidad internacional y las distintas realidades nacionales y la comunidad
académica en general. Aquí reside el fundamento y la importancia de conocer y
desarrollar todo el bagaje teórico que gira en torno a esta temática.
El enfoque de la gestión del riesgo de
desastres está vinculado con el concepto del desarrollo sostenible, que
según el ISDR[3](2009) se define como el
“Desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la
capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”
(p.13).
Muchos autores cuestionan el concepto del
desarrollo, debido a la insostenibilidad en el tiempo y a su concepción
consumista de la vida. La concepción del desarrollo, planteada en la segunda
mitad del siglo XX como modo de vida hegemónico, se sustenta en el constante
crecimiento económico, en una visión antropocéntrica e instrumental de la
naturaleza y en el ilimitado consumo, el cual es insostenible en un planeta
amenazado por la crisis ambiental (Lovelock, 2011). Al cuestionar al concepto
de desarrollo, ya sea este alternativo, sustentable o de otra índole, en el
fondo se nos plantean repensar los conceptos y teorías en miras de una
alternativa al desarrollo.
Dentro
de estas propuestas, destaca en nuestra región, la concepción de la propuesta del
Vivir Bien, como alternativa a la crisis global, desde la perspectiva de los
pueblos indígenas. Morales (2011) afirma que “Mientras los Pueblos Indígenas
proponen para el mundo el “Vivir Bien”, el capitalismo se basa en el “Vivir
Mejor” (…). El vivir mejor significa vivir a costa del otro, explotando al
otro, saqueando los recursos naturales, violando a la Madre Tierra” (p.9).
El Vivir Bien o Buen Vivir persigue la
convivencia y la complementariedad entre seres humanos y la naturaleza, Pacha
Mama o Madre Tierra, que se contrapone como manifiesta Cruz (2014)
afirmando que “En contraste con el carácter colonial, antropocéntrico y
eficientista del discurso desarrollista (…), un modo de vida intercultural,
holístico y poscapitalista, basado en una ética de la suficiencia más que de la
eficiencia” (p.66).
Mentir,
robar, atentar contra la naturaleza posiblemente nos permita vivir mejor,
pero eso no es Vivir Bien. Al contrario, Vivir Bien significa complementarnos y
no competir, compartir y no aprovecharnos del vecino, vivir en armonía entre
las personas y con la naturaleza. El Vivir Bien no es lo mismo que el vivir
mejor, el vivir mejor que el otro. Porque para el vivir mejor,
frente al prójimo, se hace necesario explotar, se produce una profunda
competencia, se concentra la riqueza en pocas manos. Vivir mejor es
egoísmo, desinterés por los demás, individualismo. El Vivir Bien está reñido
con el lujo, la opulencia y el derroche, está reñido con el consumismo”
(Choquehuanca, 2010, p. 8).
Explorar el paradigma del Vivir Bien, permitirá a los
estudiantes generar una visión crítica y les aportara mayores elementos en la
necesaria reflexión sobre las alternativas a un sistema de sobre explotación de
la naturaleza, que pone en riesgo de desastre al conjunto de la madre tierra y
la humanidad.
En síntesis, la propuesta es que se aborden los
conceptos fundamentales de la Gestión del Riesgo de Desastres y que
puedan aplicarse de manera práctica a una situación concreta y particular, a
esto se complementa el conocimiento de los principales postulados de la
propuesta del Vivir Bien, como insumos teóricos para generar una visión
crítica sobre los enfoques y paradigmas dominantes sobre la visión del
desarrollo que plantean las distintas instituciones, organismos internacionales
y estatales para afrontar las distintitas amenazas, riesgos y desastres que
surgen en nuestras realidades.
* Juan Ademar Valda Vargas; M.Sc. en Educación
Superior, Licenciado en Sociología, Docente Universitario, Diputado Nacional (2015-2019),
Cónsul General del Estado Plurinacional de Bolivia en Buenos Aires – Argentina (2019
hasta el golpe de Estado en Bolivia), Analista Político y Periodista.
BIBLIOGRAFÍA:
UNISDR
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